El gráfico muestra la distinción entre riesgo, peligro y amenaza, además de introducir los conceptos de tolerancia y apetito de riesgo en la gestión de seguridad.
La identificación de riesgos es el primer paso en cualquier proceso de gestión del riesgo. Para comprender plenamente este concepto, es fundamental definir qué es un riesgo y diferenciarlo de otros términos similares como peligro y amenaza.
Pero antes es importante que nos hagamos una pregunta: ¿a qué afectan los riesgos? Pues, a los activos, a los bienes. Y estos pueden ser tangibles o intangibles y variar según la organización y el sector. Entre estos bienes tenemos los recursos humanos, que son lo más valioso, ya que la seguridad de las personas es siempre prioritaria. También tenemos la infraestructura y los equipos -desde edificios hasta maquinaria- cuya afectación puede comprometer la continuidad de las operaciones. Por supuesto que también los datos y la información constituyen activos, casi siempre críticos, y que amenazas como ciberataques o filtraciones pueden generar consecuencias devastadoras. Además, la reputación y la marca de la organización son también activos muy importantes, ya que sobre ellas se cimenta la confianza de clientes y socios.
Pues resulta que para identificar correctamente los riesgos asociados a estos activos es necesario realizar un estudio detallado de los mismos, de los activos. Este estudio debe incluir la elaboración de un inventario (documentado) de activos, que incluya su nivel de importancia y vulnerabilidad. Y añadimos un análisis de amenazas para cada activo, que permitirá identificar factores que pueden comprometer la seguridad de los mismos.
Nos ceñimos en este artículo al significado de riesgos desde el punto de vista de la seguridad. En este sentido, un riesgo se define como la posibilidad de que un evento o una acción provoque un impacto negativo, es decir, un daño.
El riesgo se compone de dos factores: la probabilidad de que ocurra el evento y el impacto que éste puede tener en los activos. La evaluación de estos dos factores permite clasificar y priorizar los riesgos para su adecuada gestión.
A menudo, los términos «riesgo», «peligro» y «amenaza» se usan indistintamente, pero poseen significados distintos:
Una correcta diferenciación entre estos conceptos permite establecer estrategias para la identificación de riesgos, facilitando la implementación de medidas preventivas, correctivas y de mitigación. Al entender qué constituye un riesgo y cómo se diferencia de peligro y amenaza, las organizaciones pueden desarrollar sistemas más eficientes para gestionar la incertidumbre y minimizar impactos adversos.
Añadimos, ahora, estos dos conceptos. El apetito de riesgo define el nivel de exposición que una organización está dispuesta a asumir para alcanzar sus objetivos estratégicos y operativos. Este concepto es clave en la toma de decisiones, ya que determina qué riesgos pueden aceptarse, cuáles requieren mitigación y cuáles deben evitarse.
El apetito de riesgo varía en función de diversos factores, como el sector, el tamaño de la entidad o su entorno competitivo. Por ejemplo, una institución financiera puede tender a adoptar un enfoque conservador para limitar su exposición a mercados volátiles, mientras que una empresa tecnológica emergente puede asumir mayores riesgos con el fin de potenciar la innovación y el crecimiento. Una definición clara del apetito de riesgo permite a las organizaciones establecer políticas de control y gestión alineadas con su estrategia global, asegurando decisiones coherentes y sostenibles en el tiempo.
Es importante no confundir «apetito de riesgo» con «tolerancia al riesgo». Son conceptos relacionados, pero distintos. Hemos dicho que el apetito define el nivel de exposición de una organización. Cuando hablamos de apetito de riesgo nos referimos a una decisión deliberada y alineada con la visión y misión de la organización. El apetito de riesgo se expresa en términos generales y se basa en factores como la cultura, los recursos o las metas de una organización. En consecuencia, el apetito de riesgo se define a nivel estratégico.
La tolerancia al riesgo, en cambio, es más operativa y concreta, ya que viene a definir los límites dentro de los cuales se pueden gestionar los riesgos sin que estos se vuelvan inaceptables. En otras palabras, la tolerancia al riesgo delimita la variabilidad aceptable dentro de los márgenes definidos por el apetito de riesgo de una organización. Así pues, mientras que el apetito establece el umbral general de exposición al riesgo, la tolerancia define los rangos dentro de los cuales las desviaciones son aceptables. En términos operativos, la tolerancia al riesgo se traduce en parámetros específicos, como umbrales cuantificables, métricas y niveles de control, que permiten gestionar riesgos de manera dinámica.
La identificación de riesgos es un proceso inexcusable en cualquier organización, ya que permite anticipar y poder evitar o mitigar los efectos adversos que pueden comprometer su estabilidad y operatividad.
En un entorno empresarial caracterizado por la incertidumbre y la interconectividad de los sistemas y mercados, contar con herramientas eficaces para la identificación de riesgos es un imperativo estratégico. El riesgo es una incertidumbre que puede traducirse en una pérdida económica, operativa o estratégica. No todos los riesgos pueden eliminarse por completo, pero sí es posible mitigarlos mediante estrategias adecuadas de control y prevención. La correcta identificación, primero, y evaluación, segundo, del riesgo resulta fundamental para la toma de decisiones, permitiendo mejorar la capacidad de respuesta frente a eventos inesperados.
Los riesgos pueden clasificarse en diversas categorías, entre ellas el riesgo financiero, operativo, de mercado, reputacional o estratégico. Cada uno de estos factores impacta de manera diferente en la organización y requiere métodos específicos de análisis y control.
El primer paso en la gestión del riesgo, insistimos, es su identificación. Para ello, las organizaciones utilizan diversas metodologías, entre las que destacan:
Los mapas de riesgos pueden incluir variables como el nivel de criticidad de cada riesgo, su relación con otros factores internos y externos, así como su evolución en el tiempo. Su diseño puede adoptar diferentes formatos, como matrices de probabilidad e impacto o diagramas de dispersión, dependiendo del enfoque y las necesidades específicas de la organización.
Además, los mapas de riesgos pueden ser dinámicos, incorporando análisis en tiempo real mediante herramientas digitales y software especializado que permiten actualizar la información de manera continua. Su uso es fundamental para la seguridad industrial y la planificación estratégica, donde la anticipación y respuesta efectiva a los riesgos son clave para la continuidad del negocio.
En el contexto de la identificación de riesgos, el análisis DAFO ayuda a determinar amenazas externas que podrían afectar la estabilidad de la empresa. Asimismo, permite reconocer debilidades internas que pueden incrementar la vulnerabilidad ante estos factores de riesgo.
Para un análisis DAFO efectivo, se recomienda involucrar a distintos niveles de la organización y recopilar datos cualitativos y cuantitativos. Posteriormente, los hallazgos se organizan en una matriz que permite visualizar la relación entre las distintas secciones (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) de nuestra tabla, facilitando la toma de decisiones estratégicas.
Además, el análisis DAFO puede (y debe) complementarse con otras herramientas de identificación de riesgos, como la matriz de probabilidad e impacto, para priorizar aquellos riesgos que requieren una gestión inmediata y planificada. Su uso sistemático contribuye a la resiliencia organizacional y a la anticipación de escenarios adversos.
Para maximizar su utilidad, es importante que las encuestas sean anónimas y de fácil acceso, promoviendo la participación sincera de los trabajadores. Además, deben ser analizadas sistemáticamente para identificar patrones y tendencias que permitan mejorar las estrategias tanto preventivas como de mitigación de riesgos.
Su aplicación periódica facilita la actualización de los mapas de riesgos y el desarrollo de planes de acción adaptados, fortaleciendo la capacidad organizativa para anticipar y gestionar amenazas antes de que se materialicen.
Las entrevistas pueden ser individuales o grupales, estructuradas o semi-estructuradas, dependiendo del nivel de detalle que se requiera obtener. En ellas, se pueden plantear preguntas abiertas para explorar la percepción del riesgo desde diferentes perspectivas dentro de la organización.
Por otro lado, las sesiones de brainstorming facilitan un entorno de creatividad y colaboración en el que los participantes pueden aportar ideas innovadoras para la gestión de riesgos. Estas reuniones pueden llevarse a cabo utilizando metodologías como la lluvia de ideas estructurada o técnicas como el método Delphi, donde expertos analizan y revisan riesgos de forma iterativa hasta alcanzar consensos informados.
Para maximizar su efectividad, estas técnicas deben documentarse adecuadamente, asegurando que los hallazgos y estrategias propuestas sean recopilados, analizados y posteriormente implementados en los planes de gestión de riesgos de la organización.
Un buen KRI debe ser cuantificable, medible a lo largo del tiempo y alineado con los objetivos estratégicos de la empresa. La selección de los indicadores adecuados requiere un análisis detallado de los procesos clave de la organización y su exposición a eventos adversos. Como ejemplos de KRI podríamos mencionar la medición de la tasa de fallos en procesos críticos, la frecuencia de incidentes de seguridad o la cantidad de reclamaciones de clientes.
Para optimizar su efectividad, los KRI deben integrarse en un sistema de monitorización continua que permita a la empresa reaccionar con rapidez ante cualquier señal de advertencia. Además, la combinación de KRI con otras herramientas de gestión de riesgos, como mapas de calor o matrices de impacto, facilita la identificación de tendencias y la toma de decisiones estratégicas basadas en datos concretos. Su implementación contribuye significativamente a la resiliencia organizacional y la capacidad de anticipación frente a amenazas potenciales.
Cada una de estas herramientas tiene ventajas específicas y su efectividad depende de la naturaleza del negocio y del contexto en el que opera la organización. La combinación de varias metodologías permite obtener una visión más completa y estructurada de los riesgos.
La identificación y gestión de riesgos es un componente esencial de una estrategia empresarial moderna. Un enfoque proactivo basado en el análisis de datos y el uso de herramientas especializadas permite a las organizaciones anticiparse a amenazas y fortalecer su capacidad de respuesta. La implementación de mapas de riesgos, la clasificación efectiva de amenazas y la adopción de estrategias de mitigación adecuadas contribuyen a la estabilidad y sostenibilidad de las empresas en un entorno cada vez más incierto. En este sentido, las empresas que desarrollan una cultura organizativa orientada a la prevención y el aprendizaje continuo estarán mejor preparadas para enfrentar los desafíos del futuro.
Estrategias de Gestión de Riesgos: un enfoque integral para la seguridad y continuidad operativa La…
Efectos en cascada: un desafío crítico En el entramado de servicios e infraestructuras los efectos…
El modelo de Seguridad Interior de la Junta de Andalucía, regulado por el Decreto 171/2020,…
El concepto de interdependencia es clave para la seguridad. La Ley 8/2011, de 28 de…
Protección de infraestructuras críticas: un pilar para la seguridad nacional La seguridad de las infraestructuras…
La lucha contra incendios es la última capa de la estrategia de seguridad contra incendios,…